Hallazgos bibliográficos.

Ayer fue sábado de visita al Centro Histórico de la Ciudad de México. Me propuse a ir a la Feria Internacional del Libro en el Palacio de Minería. Usualmente no me gusta ir: mucha gente y no hay precios que realmente valgan la pena. Pero este día estaría Benito Taibo para hablar de su último libro, y soy su fan, así que decidí ir. 

     Como predije, hay un mar de gente. Tanta, que ni siquiera puedo entrar a la presentación. Derrotado, salgo, camino hasta 5 de Mayo y me detengo a tomar mi café mientras leo un libro que llevo en la mochila. Allí me entretengo hasta que cae la tarde. Entonces, salgo y camino hasta Allende; giro a la izquierda y decido seguir hasta Donceles, donde hay una librería de viejo. 

     Para consolarme por el éxito no obtenido horas antes, entro al local a ver qué hay de nuevo. Voy hasta la sección de historia que custodia un felino -nota mental: en mi próxima vida, quiero ser gato de librería de viejo-  y comienzo a hacer un rápido reconocimiento visual: libros que llevan años allí y que por lo visto allí seguirán; volúmenes que me interesan pero no lo suficiente como para comprar, o quizá otro día; cosas curiosas; historias generales; siglo XX; revolución mexicana... y entonces algo me detiene. Es un libro de tapa dura empastado en piel. Lo saco del estante. Se trata de un ejemplar de Madero y Pino Suárez en el cincuentenario de su sacrificio. En la primera página, hay una dedicatoria de su autor:

"Para el Lic. D. Emilio Mújica Montoya, eminente catedrático de Ciclos Económicos y brillante director de la Escuela Nacional de Economía, con la más cordial estimación

-Arturo Arnáiz y Freg
Ciudad de México, 10 de junio de 1963."

     Me doy cuenta de que estoy ante una joya bibliográfica. Por lo menos lo es para mí, a quien don Arturo Arnáiz le resulta un personaje tan familiar. Así que decido comprarlo, aunque tenga que llevar sandwiches para comer toda la quincena al trabajo.

     Con todo y que Arnáiz fue uno de los historiadores más importantes y conocidos de su tiempo, poca gente se acuerda de él en la actualidad. Personaje polémico, inspiró en sus alumnos  -que son nuestros maestros más veteranos-  una profunda admiración o un desprecio infinito, así que algunos lo elogian y otros profieren las peores historias. Hijo de Rosendo Arnáiz y de María Freg, nació en la ciudad de México en 1915. Cuando joven, estudió medicina por dos años. La verdad es que en las ciencias exactas no le iba nada mal. Durante sus estudios en la secundaria, ganó una medalla de oro por su buen aprovechamiento en química. También estudió economía, pero sería en el estudio del pasado donde Arnáiz encontró su vocación y un talento natural. Con apenas diecinueve años, ganó un concurso gracias a su estudio biográfico sobre José María Luis Mora.

     Fue heredero de una tradición historiográfica que, si uno se empeña en seguir, resulta en dos siglos de transmisión oral. Era muy allegado a Luis González Obregón, quien a su vez recibió muchos conocimientos transmitidos por Guillermo Prieto, que finalmente llegaron a él gracias a Lucas Alamán. Por eso don Arturo contaba cosas de las que no quedan rastro documental, como aquella anécdota que afirma que fue Ignacio Manuel Altamirano el que posó para la elaboración de la escultura de Cuauhtémoc que se encuentra en Paseo de la Reforma. Fue interlocutor, a decir de Álvaro Matute, "de los grandes historiadores anteriores, contemporáneos y posteriores a él". Su memoria, dicen los que lo conocieron, era prodigiosa.

     Como académico, fue muy reconocido. Fue miembro de la Comisión Revisora de Planes, Programas y Textos escolares de la SEP; director de publicaciones del archivo histórico de la Secretaría de Hacienda; Jefe de la sección de historia del México independiente en el Castillo de Chapultepec; Vocal de la Comisión Nacional de Libros de Texto Gratuitos. También tuvo cargos que nada tenían que ver con su profesión pero que desarrolló con esmero. Fue jefe de prensa y difusión de la Secretaría de Comunicaciones y Obras Públicas y del Instituto Mexicano del Seguro Social. Además del ya citado trabajo de Mora, dedicó sus investigaciones a personajes como Andrés Manuel del Río, Lucas Alamán, Ramón López Velarde, Francisco Madero y José María Pino Suárez. Protagonizó, en 1960, la defensa de la calle de Tacuba a la que Uruchurtu pretendía cercenarle todas las casas de la acera norte para ensancharla y volverla de cuatro carriles. En 1961 ingresó a la Academia Mexicana de la Historia, y ha sido uno de los pocos a los que un presidente de la República asistió a escuchar su discurso de ingreso. Promovió también, en 1967, en el rescate de la Catedral Metropolitana luego del incendio del altar del perdón.

     Pero quizás  Arnáiz fue más reconocido entre el público no especializado gracias a su trabajo de divulgación. Sus escritos aparecían con frecuencia en la prensa y abordó una infinidad de temas. Cientos de miles de mexicanos aún pueden ver su selección de escenas históricas en la Galería de Historia, museo en el que realizó el guión -sí, don Arturo escogió poner al Pípila en un museo- y desarrolló una serie de diapositivas para el Instituto Latinoamericano de Cinematografía.  Don Jaime Torres Bodet, uno de los grandes educadores de este país, siempre recurrió a él en asuntos de materia histórica.


     Arnáiz murió el 13 de junio de 1980. Tres de sus obras de arte pasaron a formar parte de la colección del Museo Nacional de arte: el retrato de Dolores Tosta, de Juan Cordero; el retrato de Adolfo Best Maugard, de Diego Rivera; y el retrato de Felipe II, de Alonso Sánchez Coello. Sus libros, cerca de 35 mil volúmenes, hoy forman parte de la Biblioteca Lerdo de Tejada de la Secretaría de Hacienda.

De ese tamaño es el autor del libro autografiado que encontré en una librería de viejo.
Arturo Arnáiz y Freg a punto de salir hacia Venezuela.
Fotografía de su archivo personal que custodia la
Academia Mexicana de la Historia.


     







Comentarios

  1. Me encanta tu nota, la descripción de ese personaje que te resulta significativo. Adivina qué. Soy una de las hijas de Emilio Mújica, ese otro personaje que fuera también académico, funcionario público (de los de aquella época) y al que está dedicado tu libro. ¡Saludos!

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  2. Querido Pavel,
    Magnífica página.
    Un abrazo.
    Claudia Altaira

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    1. ¡Querida Claudia! Mil gracias por leer. Un abrazo de regreso,

      Pavel Luna.

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  3. Me encantó la nota! Cuanta información! Soy sobrina del autor del libro y tengo la foto que publicas al final de tu artículo!! Saludos!

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